Todo apunta a que la tragedia griega no tendrá un final feliz, tan solo un milagro o un acto muy altruista de sus acreedores evitarían tal desenlace. Ni la evolución de su economía, ni la evolución de la economía internacional juegan a su favor, Grecia depende de ayudas exteriores y de la buena voluntad de sus acreedores.

El entorno internacional también se deteriora, muchos indicadores apuntan a una segunda recesión global. Cada vez son más las voces y organismos internacionales que nos avisan de su llegada, como el FMI o Roubini. Lo cual tendría un efecto arrastre que perjudicaría a cualquier acción de revitalizar la maltrecha economía griega. El apoyo de la Troika ha comenzado a resquebrajarse. El FMI no está contento con el ritmo de las reformas de Grecia, que encuentra una fuerte oposición en la calle y el parlamento, y no está alcanzando los objetivos del plan de rescate, por lo que se han suspendido las inspecciones hasta el 14 de Septiembre, y amenaza con no liberar el siguiente tramo del plan de rescate. Alemania ya empieza a considerar la posibilidad de quiebra griega (prepara líneas de crédito para Italia y España y está elaborando planes para recapitalizar a sus bancos), mientras que Angela Merkel se encuentra cada vez más aislada en su defensa de Grecia. Tampoco fue un acierto el acuerdo de Grecia con Finlandia para aportar garantías adicionales por su participación en el rescate, que ha causado ampollas entre otros estados que se sienten perjudicados y que también reclaman garantías, que Grecia no podría aportar. En el seno del BCE las diferencias internas sobre los programas de compra de deuda periférica se saldaron con la dimisión de Stark, contrario a estos programas. Anteriormente, habíamos visto a Trichet perder los nervios al ser preguntado por la independencia de la institución, y sobre si el BCE se había convertido en un banco malo (aquel dedicado a adquirir activos tóxicos), en clara referencia a la deuda periférica. Actualmente el BCE se encuentra adquiriendo deuda de España e Italia para mantener su precio por debajo del de mercado y adquiriendo deuda Griega como colateral independientemente del rating que le otorguen las agencias.
La negociación con los inversores para renovar voluntariamente los 135.000 millones de euros de deuda pública se complica por momentos. Grecia dijo a finales de agosto que no llevaría a cabo el canje de deuda si la participación no alcanzaba el 90%, que debía haberse llevado a cabo este pasado Viernes, pero no se ha informado todavía de ningún acuerdo ni ningún porcentaje, y las pretensiones se han rebajado a considerar un 70% como un éxito.
Así, salvo sorpresa mayúscula, la pregunta no es si quebrará Grecia, sino cuándo. Para el RBS la quiebra de Grecia es segura en Diciembre. A diferencia de otros analistas, RBS no cree que sea inminente, ya que las autoridades Griegas todavía tienen más promesas por hacer y se resistirán a reconocer la situación hasta que no sea claramente evidente; la esperanza es lo último que se pierde.
Desconocía el dato relativo al exiguo nivel de negociación de la deuda griega durante el pasado mes de agosto. Esta cifra va más allá de lo que de por si ya refleja la rentabilidad de su bono: que la deuda griega sencillamente no vale nada porque nadie la quiere.
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